Científicos Futuristas

Los Científicos del Futuro queremos que vosotros, habitantes de nuestro pasado, recuperéis en vuestro presente toda la dispersa y denostada obra del siempre iconoclasta Juan sin Credo

sábado, 23 de abril de 2011

Verdes valles, colinas rojas II


El reportaje del ultraje 

LA NOVELA DE LA TIERRA VASCA II

En su primera parte, La tierra convulsa, se narran, desde finales del siglo XIX, los acontecimientos que convertirán a Getxo en una tierra diferente, en un todo distinta a la de sus raíces milenarias. La irrupción de Ella, acompañada de la joven Madia o Magda, en el caserío de los Baskardo, supondrá el comienzo de la decadencia. Los ideales ultranacionalistas de Cristina Oiaindia, mujer del hacendado industrial Camilo Baskardo, se resquebrajarán paulatinamente en ese enfrentamiento estéril con la concubina de su marido, de cuyo ayuntamiento nacerá el bastardo Efrén.

Todo el cosmos de Getxo sufrirá una radical transformación, incluso Roque Altube, del caserío de Altubena, tendrá que abandonar las tareas agrícolas y cruzar la ría para acabar compartiendo vivencias, que le dejarán marcado de por vida, con los mineros socialistas que allí habitan, entre los que destaca la joven Isidora con la que terminará teniendo una niña. Tanto las huelgas, como los mítines o las reuniones clandestinas marcan unas páginas memorables que recuerdan el aliento proletario naturalista emitido en el Germinal de Zola. Aparecen también en esta primera parte los nudos narrativos que se vinculan con el mundo de la fantasía y el mito, que tendrán continuidad y posterior desarrollo en las siguientes, como el del mostrador, la neskita o el rebaño de llamas

La segunda parte recibe el nombre de Los cuerpos desnudos, debido a que el primogénito de los Baskardo, Marxel, ante la imposibilidad de casarse con su amor verdadero desde su más tierna infancia, Andrea Altube, por la negativa de su madre, la todopoderosa y autoritaria Cristina, marchó a Ceilán como misionero y, tras su vuelta, instaura, junto a sus hermanos Josafat y Fabiola, en el caserío abandonado de la familia en Oiarzena, una vida en libertad en donde se preconiza el nudismo como principal axioma de su peculiar doctrina.

Roque Altube, mantiene prendida la llama de la lucha obrera durante su etapa en La Arboleda y funda el primer sindicato en Getxo en la compañía de tranvías en la que trabaja, que, por cierto, pertenece a Cristina Oiaindia; además establecerá una relación adultera con Fabiola de la que nacerá Flora, personaje que cargará con el peso de la trama durante la última parte de la obra, dedicada a las algaradas bélicas entre las tropas fascistas y las leales a la República o rojoseparatistas. Por otra parte, Ella y su hijo Efrén continúan su escalada inexorable hacia el control absoluto de las posesiones de los Baskardo.

Por último, en la tercera parte, Las cenizas del hierro, se narra el fin de ese mundo ancestral con la pérdida progresiva de cada uno de los protagonistas, con el telón de fondo de la feroz represión franquista, -que tendrá eco en otras obras de Ramiro Pinilla, como La Higuera o Sólo un muerto más, novela, esta última de tono policíaco en la que se desentraña el misterio de la muerte de uno de los primogénitos de Roque, Eladio Altube, acaecida en la segunda parte de esta saga- o el advenimiento de la fuerza de la violencia más oscura y sanguinaria de la patria vasca, aún presente hoy en el escenario público de la sociedad y todavía, tristemente, sin erradicar.

Esta última parte, en su inmensa mayoría, corre de la cuenta de la voz narrativa perteneciente a Asier Altube, sobrino de Roque y por tanto familia de Kresa, primera víctima en las filas etarras que se autoinmolará en las arenas de la playa de Getxo -lugar en el que su abuela Fabiola y su madre Flora fueron violadas brutalmente- tras matar al causante  de esa profanación carnal sobre las mujeres de su familia, el arribista Benito Muro.

Definitivamente, una monumental obra literaria que me ha llevado varios meses de lectura pero que ha puesto al descubierto una fascinación por la garra y el coraje narrativo de este bilbaíno casi nonagenario que, junto a Fernando Aramburu, elevan nuevamente el pabellón de la novela vasca al lado de las consagradas y legendarias figuras de Miguel de Unamuno o Pío Baroja, al ser capaz de crear un espacio mitico-legendario, a la altura del condado de Yoknapatawa de Faulkner, en donde los personajes cobran vida propia transmitiendo su virtudes y sus miserias, siendo admirados o repudiados por el lector que se refleja en el espejo de esos sucesos en la búsqueda de una nueva máscara que pueda incluir en el repertorio de su atrezo cotidiano. Mis más fieles y únicos lectores si me preguntarais por cuál de ellas me tuviera que decantar está claro que preferiría la del aguerrido y contumaz Roque Altube.

No hay comentarios:

Publicar un comentario