Científicos Futuristas

Los Científicos del Futuro queremos que vosotros, habitantes de nuestro pasado, recuperéis en vuestro presente toda la dispersa y denostada obra del siempre iconoclasta Juan sin Credo

sábado, 12 de marzo de 2011

MEH, MEH: ¡¡ Paso al antecessor !!



De (X) posición permanente
Durante las vacaciones de verano, aún retumbando los ecos de la conquista de la Copa de Mundo en los informativos, se coló en telediarios una breve noticia cultural que a la larga quedará de una manera permanente en la retina de todos aquellos que apreciamos el trabajo hecho con vocación y prestancia.

Ese acontecimiento se refería a la apertura del Museo de la Evolución Humana, un merecido homenaje a los esforzados paleontologos que llevan más de tres décadas trabajando duramente en la Sierra de Atapuerca para presentarnos de una manera rigurosa pero a la vez asequible cuáles son los orígenes de nuestra especie.

Aprovechando la incipiente primavera que ya había rellenado de nata los almendros y anticipándonos a la modificación de la Ley, que el Consejo de Ministros aprobó, el viernes 25 de febrero, limitando de velocidad en las autopistas a 110 km/h, llegamos, en menos de dos horas y media, a la ciudad del Cid para vivir in situ la experiencia museística más humana de nuestra evolución.

Después de haber probado las típicas viandas burgalesas, regadas con un buen vaso de vino, cruzamos el puente sobre el río Arlanzón y desembocamos en el remodelado paseo de Atapuerca, lugar donde está situado el museo. El exterior dicen que se asemeja a la gran trinchera excavada a finales del XIX para el paso del ferrocarril minero, denominada la Sima del elefante. Su nombre se debe a la aparición en 2001 de unos fósiles que fueron inicialmente atribuidos a elefantes. No obstante, lo realmente sorprendente se encuentra en el interior del edificio.

Su arquitecto, Juan Navarro, ha ideado una caja de luz y de transparencia para albergar un espacio diáfano de 15.000 metros cuadrados, dividido en cuatro plantas y enmarcado dentro de un ambiente vegetal.

En la planta baja se sitúan cuatro rectángulos -con un corte longitudinal de 45º sobre uno de sus lados- que sirven, en su parte superior, como maceteros de los ecositemas de la Sierra de Atapuerca, a la vez que su oquedad se emplea para mostrar el registro arqueológico y paleontológico continuo que abarca el último medio millón de años. Existe un lugar preferente para los restos fósiles más emblemáticos: el cráneo de Miguelón, la pelvis Elvis y el misterioso bifaz Excálibur.

De la primera planta destaca la recreación del Beagle, nombre del barco empleado por Darwin en sus expediciones, y la reproducción a gran tamaño del cerebro, en el cual el visitante puede adentrarse, acompañado de un fingida tormenta eléctrica de chispazos y cortocircuitos. La subida a la segunda planta se hace agotadora después de tanta información recibida, basada en los diferentes datos científicos que aportan tan diversas disciplinas. Aquí la atracción, siguiendo la definición de museo dada por Mijaíl Piotrovski, actual director del Ermitage, es el mausoleo virtual que custodia el secreto del fuego.

En definitiva, otra buena razón, aparte de la suculenta gastronomía, su majestuosa catedral y la polvorienta figura de su héroe, para visitar esta ciudad castellana, candidata a la capitalidad cultural en el año 2016, fecha en la que se espera estén finalizadas las obras enfrente del museo y pueda el viajero disfrutar de una panorámica de conjunto completa, prescindiendo de las obras a medio terminar por las prisas de la inauguración, el sucio escombro y la derrochadora improvisación que malgasta los escuálidos fondos públicos.

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