Científicos Futuristas

Los Científicos del Futuro queremos que vosotros, habitantes de nuestro pasado, recuperéis en vuestro presente toda la dispersa y denostada obra del siempre iconoclasta Juan sin Credo

sábado, 19 de marzo de 2011

Bajo mi cama una estrella


La butaca nihilista

Los niños ricos también molestan


Tenía Rivimar Saavedra de los Conesa que mejorar su conversación en la lengua de Shakespeare y decidí mirar la cartelera en ese fin de semana para disfrutar de un día festivo, claramente marcado en las predicciones meteorológicas por una importante masa de chubascos.

Dentro de la programación de la Red de Teatros de la Comunidad de Madrid había un espectáculo en Alcorcón para niños mayores de 6 años. No estaba muy convencido, porque la franja de edad recomendada rebasaba la del Príncipe de los Ángeles, Francisco I, pero, osado de mí, pinché la dirección del telentrada y…

En el último instante, al realizar la búsqueda en esa página, apareció en la pantalla una información referida a la propuesta de la compañía La tirita de teatro, basada en la obra Bajo mi cama una estrella, de Pablo Albo, con ilustraciones de Anuska Allepuz.

¡¡Eureka!! El protagonista de la historia lleva el nombre de Miguel, además el arco de los años se ajustaba más a este montaje. En cambio el lugar de la representación distaba de unos pocos kilómetros más al norte con respecto a Alcorcón. El teatro, en esta ocasión, se encontraba en la Casa de la Cultura Carmen Conde, en Majadahonda, donde nunca antes había puesto los pies.

Paradójicamente, el domingo amaneció soleado, aunque los charcos rebosaban en los arenales de los parques infantiles. Desoyendo las recomendaciones del ahorro energético que todavía no habían saltado a la palestra desde los medios porque aún la situación en Libia no era tan catastrófica, enfilamos la M-45 dirección A6 y casi cuarenta y cinco minutos después nos encontrábamos en esa población de tan aparente alta sociedad.

Llegamos con bastante antelación a la Sala. En escena, a telón abierto, una cama de sábanas coloridas, factoría Ikea.Mientras tanto pudimos observar como pululaban los pololos por los pasillos laterales y se iban poblando las butacas con niños de todas las edades. Muchos, por supuesto, menores de la edad recomendada, bebes inclusive.

Puede que fuera la acústica de la Sala o el griterío infantil que desconcentró al incombustible Paco Úbeda, pero ese día Miguel y sus amigos resultaron poco convincentes para un público más entrenado en lucir peinado de camomila que en asistir respetuosamente en silencio a una obra de teatro.

Los títeres están confeccionados con un estilo muy divertido y desenfadado, destacando la mota de polvo que vive debajo de la cama. La historia también tiene un aliciente muy motivador, que puede servir para animar a los más pequeños a perder el miedo a la oscuridad (El paseante nocturno tachán, tachán...).

Sin embargo, a veces, por las causas más insospechadas, la representación no funciona; el público, el montaje, la sala...en fin, el sistema. No hay porque buscar culpables. Posiblemente, habrá mejor ocasión en la que se pueda disfrutar plenamente con los simpáticos títeres de la compañía La tirita de teatro.

Dicen que El Príncipe de los Ángeles y Juan sin Credo se quedaron un rato en un parque infantil cerca de la Casa de la Cultura donde había un tobogán gigante y miles de niños de Majadahonda.

Dicen que Juan sin Credo se quedó sorprendido de la brutalidad con la que se empleaban los Borjamari y compañía para acceder a la atracción, tanta que con las mismas se marcharon la primera vez, nada más tirarse, llevándose en el pensamiento, de camino a casa, a la par que los dedos de Francisco I magullados, la idea de que los niños ricos también son maleducados.

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