Científicos Futuristas

Los Científicos del Futuro queremos que vosotros, habitantes de nuestro pasado, recuperéis en vuestro presente toda la dispersa y denostada obra del siempre iconoclasta Juan sin Credo

miércoles, 2 de marzo de 2011

El archipiélago del insomnio




La reseña con saña


Se oye comentar a las gente del lugar que Juan sin Credo ha leído la última novela de Antonio Lobo Antunes, El archipiélago del insomnio, traducida por Mario Merlino y publicada por la editorial Mondadori en octubre de 2010.

Parece que el narrador está en primera persona y su discurso se derrama por los sumideros de un fluir de conciencia completamente fragmentado hasta en su misma composición lingüística, pues existen frases entrecortadas, a modo de encabalgamiento dadaísta, que recogen su continuidad en párrafos posteriores.
Tanto el contexto histórico como el tiempo interno de la narración es prácticamente hipotético, por mucho que en la contraportada se diga que la novela trata de tres generaciones de una misma familia y algunos críticos de renombre delimiten el arco temporal entre la primera guerra mundial y la revolución de los claveles. Bien es cierto que el discurso enfebrecido y atormentado de ese narrador, que en algunos momentos se convierte en narradora al usar el género femenino para referirse a sí misma, se puede contextualizar en la modernidad, gracias, sobre todo, a la aparición de un taxi en el delirio de sus palabras.
El espacio se ubica en un entorno rural -en la casa familiar, donde está el tractor, el burro o el pomar- bañado por las riberas del Tajo, aunque también se nombra la freguesia portuguesa del concejo de Almada, Trafaría, y la ciudad de Lisboa.
Los personajes son sombras despojadas de vida, recuerdos de difuntos que deambulan en ambiente fantasmagórico y decadente. Entre ellos destaca el patriarca, el abuelo, creador de una saga que terminará en la ruina del olvido Pocos son los personajes con nombre, María Adelaide es una de ellas, que puede ser la madre o la mujer del narrador, incluso aquella que retoma la voz narrativa en algunos momentos. También aparece la prima Hortensia o Jaime, que no se sabe a ciencia cierta si es el yo de la primera persona, nieto del cabeza del clan, que parece ser autista y de ahí su discurso dislocado similar al del personaje Benjy de la novela del Faulkner El ruido y la furia.

Dicen que Juan sin Credo celebra con entusiasmo cualquier investigación formal que se aplique al molde tradicional de la novela, pues debe ser un género abierto a la experimentación, pero ese armazón del significado hecho pedazos, reconstruido mediante la fusión de unos patrones simbólicos recurrentes (las ranas, el lago, el bosque de castaños...) enturbia los límites fronterizos del género y convierte a esta novela en una pura divagación más cercana al género lírico. A este respecto, el lector adquiere el sentido del texto gracias a la acumulación expresiva de elementos, dejando de lado ese avance lineal de construcción coherente tan propio del verdadero universo del género narrativo.

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