Científicos Futuristas

Los Científicos del Futuro queremos que vosotros, habitantes de nuestro pasado, recuperéis en vuestro presente toda la dispersa y denostada obra del siempre iconoclasta Juan sin Credo

sábado, 26 de marzo de 2011

El avaro de Galiardo


La butaca nihilista


En el teatro del mundo todo el año están las máscaras de las Carnestolendas

Sábado de carnaval. El generoso Alonso Egaleo de Cartagena -ínclito promotor de la cultura en Leganés mediante las múltiples iniciativas y propuestas realizadas por la asociación El Zoco- gestionó con amabilidad sus recursos de relación social para asistir a la representación de El avaro, producción del CDN, entre otros, dirigido por Jorge Lavelli e interpretado, en su papel principal, por Juan Luis Galiardo.

-La simple compañía de unos pocos buenos mejora el resultado del producto- Musitó el magnánimo doctor Di´a Trives -que tras una larga ausencia, debida a unos enormes momentos de felicidad y compromiso surgidos en su vida cotidiana, volvía a las butacas- mientras nos acercábamos al Auditorio de la Universidad Carlos III. Una vez allí pude encontrarme, de nuevo, con mis antiguos y añorados compañeros Jimena y su mancebo el algebraico Carso Neperiano. Además pude conocer al interesante y experimentado teórico en la lucha de clases, el sabroso Pakosky.

Por lo demás, la obra en si fue pura anécdota. Entretenida, eso sí. Se me había escapado del calendario en la temporada anterior pero ya había visto, a finales de este mes de enero, la hilarante puesta en escena por parte de la Compañía OtroTeatro. La propuesta de Lavelli está enfocada hacia la permanente recreación de la figura de Harpagón. Toda la obra gira en torno a su engrandecimiento como personaje, aunque Juan Luis Galiardo templa su papel con naturalidad. Los demás actores, fantoches caricaturescos con la cara tiznada de polvo de arroz, solo son pequeñas sombras al lado del avaro.

Destaca el llamado dispositivo escénico móvil, que son elementos que se desplazan y que configuran a cada momento espacios diferentes, marcando una composición geométrica rigurosa. Estos paneles tienen puertas que abren y cierran para las salidas y entradas de los actores, con un juego de espejos que crean el efecto de ilusión.

En definitiva, una velada teatral marcada, sobre todo, por la deliciosa amargura de unas buenas copas de cerveza tomadas al calor de la buena gente que aún camina con las ideas claras en este mundo disparatado donde todos los días parece carnaval.

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