Científicos Futuristas

Los Científicos del Futuro queremos que vosotros, habitantes de nuestro pasado, recuperéis en vuestro presente toda la dispersa y denostada obra del siempre iconoclasta Juan sin Credo

martes, 30 de noviembre de 2010

Teatro de luz negra: oscuro cortocircuito


Una vez más nos acercamos al Centro Cultural Paco Rabal, una de las sedes de las 25 Semanas de Teatro para Niños y Niñas, para asistir al espectáculo programado con el nombre de Ondina Glups, realizado por la compañía aragonesa Caleidoscopio Teatro.
Los alrededores estaban inusitadamente repletos de vehículos y cuando fui a retirar la entrada me dijeron que si previamente no había reservado, no podían darme una buena localidad. En mi descargo aduje las razones de mi experiencia anterior frente al montaje de Un día para incubar. Intentando defender inutilmente a los programadores, la responsable de la taquilla me argumentó que en esa obra, al estar indicada para niños muy pequeños, se redujo el número de entradas puestas a la venta. Supongo que se dio por aludida al ser mirada con unos ojos repletos de estupidez puesto que no me volvió a mentar ni palabra. Retiré los asientos y fui en búsqueda de Francisco I, el Principe de los Ángeles y Rivimar Saavedra de los Conesas.

De vuelta a la sala nos esperaban unos parientes cercanos de Bob Esponja que constantemente pitaban unos silbatos, enervando los ánimos de tan paciente público, y, además, nos dieron unos peces de cartón con color fosforescente en uno de sus lados. Abarrotada la Sala, la algarabía infantil no se calmó apagados los focos y hechas las pertinentes recomendaciones de silenciar los móviles. Desaparecieron los imitadores de Bob Esponja, no si antes resonar sus malditos pitos por última y enésima vez. Así dio comenzó la función.

Hasta entonces nunca había asistido a una representación de Teatro de Luz Negra; el cual se basa, principalemente, en el movimiento continuo en escena de los actores con diferentes marionetas de ese mismo color fosforescente, con una única luz de neón como fondo.

El trabajo del grupo de actores fue colosal y la coordinación entre ellos puede presumir de tener una precisión cronométrica. Incluso el argumento de la puesta en escena tiene un hilo asequible para seguir por tan tiernos infantes con una veta de concienciación ecológica. Las marionetas también eran excelentes y me prendé del horrible monstruo de las basuras, que es vencido gracias a la intervención de la Venus de Botticelli.

Con lo que ya no pude fue con el mogollón, como lo denominó con tanto acierto mi eterna Rivimar, refiriéndose al efecto Cantajuego que tanto trastorno ha causado en la imaginería infantil de nuestros hijos. Ante tanta estimulación musical los pequeños se vieron incapaces de frenar su ímpetu y no pararon de moverse, de saltar en sus asientos, de hablar constantemente. Aquello parecía una clase de secundaria donde el profesor se afana por explicar el predicado verbal ante la indiferencia generalizada de casi todos los alumnos, No te digo nada cuando los actores salieron al patio de butacas blandiendo unas preciosas marionetas que se asemejaban a unas medusas gigantes. Pero el acabose se produjo cuando, sin ton ni son, los actores volvieron a salir, portando esta vez una enorme pelota playera que lanzaban alocadamente sobre el público.

Desbarajuste, improvisación, circo. En fin de todo menos teatro. Escapamos de esa jungla en dónde los niños se habían convertido en jauría agitando ritmicamente, al unísono, el fosforescente pez de cartón que finalmente, o mejor dicho felizmente, se terminó por romper.

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