Científicos Futuristas

Los Científicos del Futuro queremos que vosotros, habitantes de nuestro pasado, recuperéis en vuestro presente toda la dispersa y denostada obra del siempre iconoclasta Juan sin Credo

jueves, 11 de noviembre de 2010

LOS RIPENSES NO HACEN RIPIOS




Aquellas labores del Buen Pastor de hombres y mujeres que arriman el hombro pero también de majaderos desmadejados que cardan la lana, me llevaron hasta las fértiles tierras de Rivas. Allí me enteré, gracias a uno de mis cofrades llamado José Guadalajara (del que un día os hablaré con más amplitud), de la celebración del I Encuentro de Escritores de Rivas Vaciamadrid.

Miré minuciosamente el programa y despertó mi curiosidad la asistencia, como invitada, de la escritora Clara Sánchez, última ganadora del devaluado Premio Nadal. Lejano queda el tiempo en el que este premio servía como trampolín de nuevos narradores para transformarse en un valor seguro de ventas en los primeros meses de cada año. Allí se dieron a conocer autores como Delibes o Laforet, incluso el gran novelista vasco Ramiro Pinilla con sus Hormigas Ciegas, que ha tenido que esperar cincuenta años para que esta obra deje de estar cautiva en manos la editorial Destino y así el escritor, en la última etapa de su vida, ha podido recuperar, por fin, sus derechos sobre la misma.

Se daba el caso de que diez años antes Clara Sánchez había ganado el Premio Alfaguara con Últimas noticias del Paraíso, por lo que no ofrecía el antiguo perfil de narrador novel desconocido por la crítica. No obstante, Lo que esconde tu nombre cayó en mis manos allá por finales de marzo y devoré con fruición esa historia de los viejos elefantes nazis que viven invisibilizados en la costa levantina.

Aparqué el coche cerca de la Plaza Ecópolis y me acerqué andando hasta el desapasionado recinto público del centro neurálgico de Rivas. Sin embargo, esos edificios pertenecientes a una estética de la oficialidad muy cercana al estatalismo soviético guardaban un calor humano que ya se percibió nada más pisar el ascensor. Allí se nos comunicó la hospitalización del padre de Clara que hizo de su ponencia una breve aunque amena disertación sobre la importancia de la ciudad de Rivas en su vida y en su obra narrativa.

El espacio para el coloquio se difuminaba en una penumbra solo resquebrajada por la iluminación de la proyección de varias diapositivas relativas a los escritores ripenses sobre unos paneles a ambos lados de la mesa de los ponentes. Quizá tanta oscuridad simbolizaba el velo de seda que debe rasgar el lector para adentrarse en los senderos sinuosos trazados por el escritor o se debía, simplemente, a que las arcas del municipio aconsejaban ahorro en energía eléctrica.

Alegoría o no, si fue cierto que la intervención de Clara levantó mucha admiración entre el público congregado por el sacrificio familiar realizado, además de por su llaneza expositiva que se centró en recordar el rápido crecimiento demográfico de Rivas a la par que el de su hija adolescente. Motivo central que queda reflejado en su novela galardonada con el Alfaguara como el de una enorme luna llena que bañaba las urbanizaciones, vista desde los autobuses de la Veloz llegando desde Madrid.

Del mismo modo, ese desvelo e inquietud del paso del tiempo pronosticaba una incertidumbre personificada en el inapetente protagonista Fran. Dicha sensación está en franca contraposición con el aturdimiento que provoca ese nido de víboras nazis sobre Julián y Sandra, personajes principales del Premio Nadal 2010.

En definitiva, una emotiva velada entre escritores y público que vaticina una prolífica continuidad de los encuentros, en donde no estaría nada mal que se diera una participación más activa de los lectores mediante la realización de algún taller de creación literaria de la mano de alguno de estos autores ripenses.

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