Científicos Futuristas

Los Científicos del Futuro queremos que vosotros, habitantes de nuestro pasado, recuperéis en vuestro presente toda la dispersa y denostada obra del siempre iconoclasta Juan sin Credo

lunes, 22 de noviembre de 2010

Кардинал перекусить (Piccolo bocatto di Cardinale)


La butaca nihilista
De nuevo las predicciones meteorológicas se mostraban funestas para cualquier intento de escapada durante el puente de Todos los Santos. La amenaza de persistentes lluvias nos hizo cambiar de parecer y, finalmente, nos quedamos descansando en casa.

Durante la semana me había aparecido en el correo una invitación de la Sala Guindalera que proponía unas atractivas actividades y, por lo general, distintas a las que habitualmente programa. En parte esta novedad se debía a que una de las actrices principales de la obra que actualmente tienen en cartel, La máquina de abrazar de José Sanchís Sinisterra, se había fracturado un codo en uno de los ensayos.

Me llamó la atención el montaje previsto para el viernes; una reposición de la puesta en escena preparada para La noche en blanco del pasado mes de septiembre, que consistía en una lectura dramatizada basada, libremente, en una novela corta de Chéjov, titulada Tres años, de la que por cierto existe una modesta edición en la Colección relecturas narrativas de Espasa Calpe, traducida por R. Gailart y publicada en el año 2005.

Hasta allí me encaminé disfrutando de la primera borrasca verdaderamente otoñal de la estación entre viento, hojas y gotas salpicando a los pasajeros que esperan taciturnos el autobús. Al ser la sesión gratuita para los socios, nos hicieron retirar las entradas con más de una hora de antelación.

Cómo no podía ser de otra manera, con tanto tiempo por delante me fui a tomar un botellín al bar en donde ponen las cortezas más secas de la cristiandad. A una pobre jovencita, toda repleta de ingenuidad, se le ocurrió pedir un bocadillo de jamón serrano. ¡ Válgame Dios no hubiera sido marrana para no poner su piezas dentales en peligro! -Es que está muy curado – se le ocurrió decir ingeniosamente al patrón. Currado, más bien pensé, viéndole la cara de pena a la inocente y despistada jovenzuela.

Tras el incidente volví de nuevo a la Sala, contento de haber rechazado el pincho de ensaladilla, y me senté a la parte derecha del actor, escuchando extasiado la amena composición que ejecutó al piano el joven Basil. Después Teresa nos agradeció la respuesta a su llamada de socorro. Nos comentó las distintas categorías de asociación que podemos establecer con la Sala y por fin Teatro o casi Teatro.
La particular lectura en clave de humor que hace Juan Pástor, que actuó como narrador en escena, de la novelita de Chéjov se saboreó con deleite, a pesar de su brevedad. Los actores fetiche de la Guindalera a los que ya tuve el placer de verlos en el montaje de Molly Sweeney de Brian Friel , aparecieron elegantemente vestidos con veraniegos trajes de época.

Tanto María Pástor en el papel de la atractiva y dubitativa Julia Serguéerovna, como Raúl del Pozo, representando al solterón adinerado Alexis Laptiev y, de mero comparsa, José Maya, dando voz al desvergonzado Panaurov; más la participación de quince representantes del público, leyendo pequeños aforismos sobre el amor, convirtieron la velada en una agradable disertación acerca de los sentimientos enconados que despierta uno de los principales motores del mundo.

Ciertamente, me sentí tan cómodo como siempre en una de las salas alternativas donde se hace uno de los mejores teatros de la ciudad. No me extraña la envidia de los centros oficiales de la capital, puesto que a pesar de sus millonarios presupuestos no consiguen hacer brillar con tanto brío la estrella mágica de la dramaturgia mientras si se genera un excesivo gasto y derroche por algunos de los extravagantes montajes que en tales lugares, periódicamente, se estrenan.

1 comentario:

  1. Juan sin credo, pues yo si me lo credo, si me credo los grandes presupuestos y que a pesar del esfuerzo no consiguen hacer brillar como dices los escenarios. es una pena, una verdadera pena.

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