Científicos Futuristas

Los Científicos del Futuro queremos que vosotros, habitantes de nuestro pasado, recuperéis en vuestro presente toda la dispersa y denostada obra del siempre iconoclasta Juan sin Credo

domingo, 7 de noviembre de 2010

POR-NO VER OTRA

LA BUTACA NIHILISTA

Muchas veces me he referido en estas delirantes crónicas al buen hacer del avezado Juan Manuel Romero. Se podrá poner en tela de juicio el gusto literario de sus textos teatrales pero nunca se deberá criticar su arriesgada búsqueda de un contenido humano, un desarrollo de los acontecimientos, una tensión verbal que anhela el conocimiento. La fábula central de sus obras tendrá mayor o menor conflicto dramático, responsabilidad que ya depende del director del montaje, en cambio, no cabe la menor duda, de que existe un valiente compromiso por el llamado Teatro de Texto.

Reivindico aquí su figura en oposición a la puesta en escena a la que asistí el otro día con mi aguerrida amiga Zenila Volvoreta. El generoso Davinchi Light le había ofrecido las entradas para acudir a una representación en la Sala Triángulo con el sugestivo título de Porno Casero. Pocos eramos los espectadores en la recta final del espectáculo en la Sala, que venía acompañada de muy buenas críticas desde su estreno el 16 de julio y posterior reposición el 30 de septiembre.

Efectivamente, la labor de dirección de Luis Luque ha sido encomiable, sólo superada por el titánico trabajo de las esforzadas actrices Mariana Cordero y Helena Castañeda, sin olvidarnos, por supuesto, del fantastico trabajo de iluminación elaborado por el gran Davinchi Light.

Además, tampoco se puede dejar de lado la acertada elección de un dinámico repertorio musical. En cuanto a la escenografía, se puede señalar que el atrezzo está meticulosamente cuidado con los armarios de cartón, de dónde las actrices cogen el vestuario, cambiándose en la misma escena con las luces apagadas, y con diferentes alfombras que son enrrolladas o desenrrolladas, según la pieza.

Sin embargo, todo este caudal de aunar esfuerzos se ve dilapidado en sostener un texto teatral experimental, vacío de contenido. No comprendo la veta artística de los nuevos dramaturgos que insisten en ofrecer al público historias inconexas, exiguiéndoles un esfuerzo doble; el primero consistente en hacer verosímil aquello que en el escenario se representa; hasta aquí se acepta, pues es la sustancia propia del teatro. En cambio, pedir al público que organice el contenido simbólico de una situación en donde se dan numerosas variables de interpretación lógica me parece demasiado descaro.

Las cuatro historias que se ofrecen a los ojos del espectador tienen un hilo trenzado sobre la angustia, la soledad y la incomunicación del ser humano. Estas frustraciones le arrojan a la urgente necesidad de transformar su medio en la dedicación insólita de labores disparatadas como el sexo amateur, en la primera pieza que da título a la obra, el coleccionismo de arte, en Prerrafaelita, o el secuestro de mascotas, en La Extraña, o, por último, en el fundamentalismo religioso, de la titulada Conversión.

En definitiva, al encenderse las luces mi querida Zeniala resopló y vuestro humilde Juan sin Credo se quedó tranquilo en no ser el primero en valorar la velada y pensar en tiempos y obras mejores.

No hay comentarios:

Publicar un comentario