Científicos Futuristas

Los Científicos del Futuro queremos que vosotros, habitantes de nuestro pasado, recuperéis en vuestro presente toda la dispersa y denostada obra del siempre iconoclasta Juan sin Credo

miércoles, 17 de noviembre de 2010

LO QUE ME QUEDA POR VIVIR

La reseña con saña
Se oye comentar a la gente del lugar que Juan sin Credo ha leído el último trabajo narrativo de Elvira Lindo, Lo que me queda por vivir, publicado por la editorial Seix Barral en septiembre de 2010.

Parece que la narradora se encuentra en primera persona, confundiéndose con la voz de la autora por los paralelismos existentes entre la vida de ambas. Tales coincidencias hacen pensar que a la obra se le puede adherir el marbete de Literatura del testimonio, tan en boga entre algunos narradores actuales, émulos de aquellos llamados
Poetas de la Experiencia.

Parece que el contexto histórico se centra en el efervescente inicio de la década de los ochenta que tantos cambios trajo a una España que se despertaba de un largo letargo autoritario, donde la vida para una mujer recién separada con un hijo de cuatro años se tornaba en un cotidiano ascender desde el precipicio.

Parece que el tiempo interno se sucede en ese vaivén de la memoria que repasa varias etapas del pasado desde un presente situado cerca de la mayoría de edad de ese hijo, superviviente de una época del agobio. No obstante la mayor parte de la acción se inserta en esos inicios de la movida madrileña.

Parece que el espacio se ubica en aquel Madrid que empezaba a desemperezarse para levantarse en una mañana de esperanza repleta de libertad irreprimida, premiado con su ingreso en la modernidad.

Parece que el personaje principal es la omnipotente voz narrativa de Antonia y su hijo Gabriel, único asidero en los graves momentos de zozobra existencial de la protagonista. No obstante desfilan otros personajes como su amante temporal, compañero de la emisora y amigo de la familia durante la infancia, Javier Comesaña, la tía Celia, el dicharachero padre o el irreconciliable Alberto, padre de su hijo.

Dicen que a Juan sin Credo este subgénero narrativo, que ahonda en la vida íntima de los escritores, le parece bastante alejado de sus presupuestos estéticos. Dicen que tales presupuestos valoran la creación de un mundo propio mediante la imaginación y la fantasía, dejando de lado esa intromisión de la experiencia en el terreno de la ficción novelesca. Aún así entiende el universo conmovedor que contiene cada una de las vidas, incluso la suya propia; en cambio, reconoce que su trayectoria no ha tenido ningún trampolín mediático que le permita publicar cualquier memez y luego se la clasifiquen como novela, incluso, lo que es más grave todavía, como obra literaria.


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