Científicos Futuristas

Los Científicos del Futuro queremos que vosotros, habitantes de nuestro pasado, recuperéis en vuestro presente toda la dispersa y denostada obra del siempre iconoclasta Juan sin Credo

sábado, 30 de octubre de 2010

Miguel Hernández: Poeta del Pueblo II



...Impulsado por el anhelo de triunfo, el poeta oriolano se marchó, precipitadamente, a la capital, iniciada la década de los treinta, buscando fortuna. Enfermo, muerto de hambre y con los bolsillos vacíos de fama y de dinero volverá a la huerta levantina. Únicamente, consiguió leer valiosos y gruesos volúmenes en la Biblioteca Nacional y que su nombre comenzase a sonar en la Diputación de Alicante, gracias a la pequeña entrevista concedida a Ernesto Giménez Caballero -uno de los destacados fundadores de las JONS- en la Gaceta Literaria, donde se anunció la noticia de la aparición de un nuevo poeta-pastor.


De vuelta al terruño continuará perfeccionando el estilo de su voz personal, aún así su primer libro estará plenamente influenciado por las tendencias neogongorinas que todavía resonaban en el ambiente poético del momento, a resultas del homenaje del tercer centenario de la muerte del poeta cordobés Góngora. Perito en lunas (1933) será por lo tanto, un libro artificioso, donde predomina un juego repleto de virtuosismo que busca la belleza formal como fin último del arte.


Olvidado por la crítica y sepultado en el los nichos del silencio por los señoritos de la Residencia de Estudiantes, no cejó en su empeño de mostrar su valía y se dedicó a escribirles cartas. Entre ellas destaca su conocida correspondencia con García Lorca, a quien, sin acuse alguno, había enviado su libro. Tras una segunda y más virulenta carta, se hizo proverbial la alergia del poeta granadino hacia el joven levantino que se tornará legendaria.


Refugiado en el calor de sus amigos de toda la vida, seguirá frecuentando la tertulia de su pueblo y escribirá un auto sacramental, al más puro estilo calderoniano. Obra dramática cuyo interés consiste en poner en escena los tres momentos cruciales de la historia de la salvación del Hombre; la creación, la caída y la redención. Parte de esta pieza, Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras, se publicó en la revista dirigida por Bergamín, Cruz y Raya. Revista de fuerte filiación católica, al igual que la oriolana Gallo Crisis, fundada por Ramón Sijé, en la cual Hernández había publicado varios poemas y de la que Pablo Neruda comentó que desprendía demasiado olor a iglesia y estaba ahogada en incienso.


Durante esta época, en la que Miguel trabaja de pasante en una notaría, se producirá un hecho fundamental que marcará, a partir de ese momento, el rumbo de su vida y, por ende, de su poesía. Todas las tardes al salir del trabajo se cruza con una pálida muchacha de ojos y pelo negrísismos de la que se enamorará perdidamente. Josefina Manresa, hija de guardia civil, se convertirá en la musa que necesitaba el poeta para impregnar a sus versos de una voz propia que culminará en la obra El rayo que no cesa, publicada después de un nuevo viaje a Madrid en 1936.


En esta ocasión si establecerá fuertes contactos, sobre todo con el citado Neruda, pero también con Vicente Aleixandre. Además en esta nueva estancia en la capital, conocerá una época de relativo desahogo económico al servicio de José María de Cossío, para el que trabaja en la confección de su monumental enciclopedia de Los toros, y mantendrá una relación muy especial con la pintora, integrante de la Escuela de Vallecas, Maruja Mallo.


La evolución ideológica, fruto de sus nuevas amistades e, igualmente, motivada a la par que la detonación del estallido de la Guerra Civil, se verá reflejada en sus siguientes obras. Su gran amigo, Ramón Sije, se preocupó, bastante, al ver como iba perdiendo, paulatinamente, su órbita de influencia sobre el presuntuoso poeta. Desgraciadamente, la antigua amistad se truncó de raíz al morir Ramón de una forma repentina. Muerte que tuvo el efecto para que Miguel pudiera componer una de las piezas fúnebres más emotivas de toda la literatura española.


A causa del fragor bélico provocado por la contienda se forjará el icono del poeta que, erróneamente, se nos ha trasmitido para la posteridad. Un miliciano que arenga a las tropas desde la primera línea de batalla con una poesía panfletaria y un teatro propagandístico de escaso, por no decir nulo, valor artístico, titulado Teatro en la guerra que está compuesto por cuatro piezas breves La cola, El hombrecito, El refugiado y Los sentados. De esta etapa, comprendida de 1937 a 1939, apenas se pueden salvar algunas composiciones de Viento del pueblo, y, por encima de toda su obra dramática, El labrador de más aire, un texto teatral que nada tiene que envidiar a las más castizas tragedias de nuestro periodo clásico.


Según Díez de Revenga, uno de los responsables de la comisión encargada de los actos del centenario, destaca en Hernández una primera vocación teatral. De hecho, en su Orihuela natal, dentro de una rudimentaria compañía de aficionados, desempeñó uno de los papeles en el drama Los semidioses, de Oliver. Además, con el grupo “La Farsa” actuó en el papel principal de Juan José, de Dicenta, en la Casa del Pueblo y en el Círculo Católico locales.


La lectura de El labrador de más aire impresiona por el vigor poético que desprenden sus versos de arte menor. La crítica la ha relacionado con las comedias de “Buen Villano”, entre las que se encuentran el Peribáñez o el comendador de Ocaña, El alcalde de Zalamea o Del rey abajo ninguno, todas ellas pertenecientes a nuestros autores áureos. No obstante, la originalidad de la obra está por encima de la simple imitación de sus modelos, porque Miguel tuvo la capacidad de dotar al protagonista, el labrador Juan, de una arrogancia propia del resentimiento de clase, cuestionando el orden social establecido, motivo revolucionario que nunca podría aparecer en las comedias clásicas.


Con la sombra de la derrota sobrevolando el bando republicano, cerniéndose como agoreros pájaros negros encima de las tropas leales al gobierno legítimo, la última parte de la obra del poeta levantino se torna más cruda y desesperada, como se puede confirmar en su libro de poemas El hombre acecha (1939). La victoria de los nacionales provoca la desbandada de muchos lugartenientes comunistas que le dejan en la estacada. En su huida por la frontera portuguesa fue hecho prisionero por la policía de Salazar y entregado a las autoridades franquistas. Incomprensiblemente es liberado, aunque parece ser que la mano de Neruda tuvo mucho que ver desde su posición privilegiada en la embajada chilena de Francia.


Una vez recuperada la libertad siente la necesidad imperiosa de contactar con su mujer y su hijo Manuel Miguel, al que le dedicaría, de nuevo desde la cárcel, las Nanas de la cebolla, que es la más patética canción de cuna de toda la literatura española, recogida en su último libro Hijo de la luz y de la sombra. El poeta del Pueblo no volverá a ser libre. De prisión en prisión, entre ratas, frío y muerte, terminará contrayendo unas fiebres tifoideas que culminarán en una tuberculosis pulmonar aguda, apagándose su vida el 28 de marzo de 1942. A su muerte deja inéditos el propio Hijo de la luz y de la sombra y Cancionero y romancero de ausencias, en cuanto a libros de poesía se refiere, y El torero más valiente, Hijo de la piedra y Pastor de la muerte, dentro de su corpus teatral.


En definitiva, se puede considerar la vida de Hernández como un destino basado en la superación de sí mismo. Una superación supeditada a su portentosa capacidad para la escritura poética. Desde niño fue su único sueño que se vio cumplido al adquirir el papel de altavoz entre las trincheras.


Puestos a pensar, tengo el convencimiento de que el autor del Rayo que no cesa, hubiese conseguido, igualmente, elevarse hasta las cimas del monte Parnaso sin el trampolín del salto al mundo mítico de los héroes que le proporcionó la algarada bélica. Por este motivo, me parece deleznable la utilización partidista que se hace desde algunas organizaciones políticas con motivo de su centenario. Por encima de cualquier ideología, Miguel fue un Poeta del Pueblo, al saber plasmar en sus versos, con detallada maestría, los sentimientos y las emociones de los más humildes y necesitados.


Para finalizar, me gustaría señalar la poca valentía que se está demostrando desde las instituciones gubernamentales al no contar entre los actos de centenario ninguna propuesta escénica de la obra dramática del poeta oriolano. Un texto, en este caso El labrador de más aire, que iguala en belleza plástica pero supera en contenido tantas otras de nuestras comedias clásicas bien se merecería una oportunidad, dentro de las actividades programadas en su honor, para su representación a cargo de las compañías estatales, como, por ejemplo, la más indicada, según mi parecer, sería la Compañía Nacional de Teatro Clásico.

No hay comentarios:

Publicar un comentario