Científicos Futuristas

Los Científicos del Futuro queremos que vosotros, habitantes de nuestro pasado, recuperéis en vuestro presente toda la dispersa y denostada obra del siempre iconoclasta Juan sin Credo

domingo, 3 de octubre de 2010

El violinista en el tablado



LA BUTACA NIHILISTA

Posiblemente, en cualquier otra ocasión que disponga de mayor solaz, explicaré la causa de tanto abandono e ingratitud sobre mi querido teclado. Tal vez, con la perspectiva del paso del tiempo, en un futuro no muy lejano, exista algún chiflado que podría interesarse en organizar mis pequeños sacrilegios textuales y escribir una tesis sobre el anticristo, el blasfemo, el iconoclasta Juan sin Credo. Entonces, gracias a ese desdichado filántropo, quedará desvelada la razón de mi sinrazón y de mi abulia

Tal tamaña acusación -que me posicionará ante los ojos de los ortodoxos cumplidores de la doctrina al pie del cadalso, junto a los más grandes heresiarcas de la historia- no me importa un bledo, pues estaba deseando volver a las butacas. Sentarme, salir y sentir. Salir en un enorme vuelo de pájaro breve que alcanza el agua de una nube. Sentir como el otro deja de ser su yo para transformarse en un nosotros y aplaudir a rabiar después de una sencilla y agradable puesta en escena.

Todo comenzó estando detrás de la obra de Saramago, entonces encontré en el catálogo de la Biblioteca de Paco Rabal un librito suyo titulado El equipaje del viajero que recoge una selección de sus artículos en prensa publicados a finales de los 60. Comenzaba septiembre y el Centro Cultural rebosaba de folletos de la Programación para el último trimestre del año. Desde el primer momento, me interesó el espectáculo de la Compañía Ara Malikián Essemble, titulado Cuentos del mundo-Armenia-Historia de un hombre feliz.

Hasta allí nos acercamos el 18 del mismo mes a las 20:00, con una Sala repleta de público que contaba entre sus filas un nutrido grupo de tan tiernos infantes, que en una amplia mayoría disfrutaron con los instrumentos de cuerda, endiabladamente tocados tanto por Ara Malikián como por Humberto Armas, Luis Gallo o Nacho Ros.

Oscuros los focos se levantó un perfume de sándalo que abría camino al cortejo musical en procesión por el patio de butacas. Los músicos vestían con unos chillones colores de seda, rasgando una melodía de presentación que servía de marco al cuento de la tradición oral armenia narrado por la cálida voz de Marisol Rozo.

Una vez llegados al desnudo escenario, en donde sólo se podía contemplar un banco verde de madera, dio comienzo dicha narración que estuvo acompañada por la música del propio Malikian, como por la de el compositor armenio Komidas, además de por la famosa composición de la Danza del Sable, perteneciente al también armeno Aram Khachaturiran.

El cuento pecó de extenso, en buena parte por el amplio público infantil que empezaba a inquietarse en las butacas; quizás el rey se podría haber ahorrado alguna que otra visita a la casa del hombre feliz. No obstante, el grupo se ganó el fervor de los asistentes, involucrándonos en la participación de parte del espectáculo y, sobre todo, con una nueva vuelta al escenario para repetir otros acordes, debido a unos estruendosos aplausos finales que, unánimemente, pidieron un bis.

En definitiva, las expectativas creadas en torno a la figura de Ara Malikian se vieron totalmente satisfechas incluso para el Príncipe de los Ángeles, Francisco I, aunque todo hay que decirlo; él fue uno de tantos otros niños que se revolvía en las butacas dando molestas patadas, bien es cierto que involuntarias, a sus siempre felices progenitores.

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