Científicos Futuristas

Los Científicos del Futuro queremos que vosotros, habitantes de nuestro pasado, recuperéis en vuestro presente toda la dispersa y denostada obra del siempre iconoclasta Juan sin Credo

sábado, 19 de febrero de 2011

Fragmentos de una vida literaria: del cadete Alberto al diplomático Casement (II)


El reportaje del ultraje
...Después fueron desfilando, una tras otra, todas las novelas que componen el universo narrativo de este escribidor, influenciado por el estilo de Flaubert, Faulkner, e, incluso, por el del valenciano Joan Martorell, creador de la novela de caballerías titulada Tirant lo Blanc.

De La Ciudad y los perros me acuerdo de esa atmósfera claustrofóbica que emanaba del colegio militar Leoncio Prada, novela del determinismo social donde el azar, el accidente y el destino deciden las acciones de los personajes. El ambiente de brutalidad da rienda suelta a las peores pulsiones y la sexualidad, sucia y oscura, se vuelve omnipresente. Ese microcosmos del Perú, mostrado a través de los ojos de los cadetes, se presenta de un modo sórdido, mezquino, en el que sólo el más fuerte, el más cínico y el más insensible sobrevive.

Posteriormente, cayó en mis manos La casa verde, donde prosigue esa ambición iniciática que acompañó a Vargas Llosa durante la década de los sesenta de conseguir la novela total. Este afán totalizador lo pretende alcanzar mediante una complejidad técnica tejida gracias a la proyección sobre el material narrativo de un caos telúrico, imaginativo y laberíntico. La memoria de un viaje que hizo el autor en 1958 por el Amazonas y la costa norte del Perú, se convertirá en el punto de partida de la fantasía para dar a conocer las condiciones de vida de las comunidades indígenas. Tesis recurrente del mito, aventura y realidad que se verá recogida en otras novelas como El Hablador o en su reciente El sueño del celta.


Luego le llegó el turno a Conversación en la catedral, novela de la frustración y la mediocridad, en la que se denuncia el ochenio odriísta que sumió al Perú en un desplome moral, una apatía generalizada y en un derrotismo congénito. Mientras que La guerra del fin del mundo supuso una verdadera conmoción en mi trayectoria como lector, a pesar de las acusaciones vertidas por Saramago hacia el autor peruano de haber plagiado a Euclides de Cunha en su obra Os Sertores. El aliento épico que emana de ese puñado de mentes alucinadas, entre las que destaca la del Conselheiro, refleja una angustia existencial, enraizada en un sentimiento trágico, que alumbra un esfuerzo intelectual por apartarse de cualquier fanatismo ideológico.

Elogio de la madrastra, La fiesta del Chivo, El paraíso en la otra esquina o Tavesuras de la niña mala fueron las siguientes paradas en este viaje literario de tan largo recorrido hasta llegar, de momento, a la última estación de El sueño del celta, cuya arquitectura novelesca se sustenta en la singular peripecia vital del irlandés Roger Casament, en donde, nuevamente, la ficción literaria se ofrece como un ejercicio de libertad y un aliciente para acabar con el inconformismo, al igual que para promover el cambio individual y colectivo. En definitiva, ese mismo universo narrativo de siempre de un Vargas Llosa, que busca permanente la transformación de la realidad a base de una pantagruélica e indómita imaginación.

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