Científicos Futuristas

Los Científicos del Futuro queremos que vosotros, habitantes de nuestro pasado, recuperéis en vuestro presente toda la dispersa y denostada obra del siempre iconoclasta Juan sin Credo

domingo, 9 de enero de 2011

Prisionero en mayo



La Butaca Nihilista

Dicen que Juan sin Credo piensa asistir al reestreno de Prisionero en mayo, escrita y dirigida por Juan Manuel Romero para la compañía Vuelta de Tuerca, los jueves 13 y 20 de enero a las 21:00 en la carabanchelera Sala Tarambana

Dicen que todo aquel ilustrado que se precie de conocer los primeros estadios de la lírica hispánica debe de saberse de memoria los primeros versos del Romance del prisionero, aquellos que comienzan Que por mayo era, por mayo... y que nos hablan sobre la soledad del prisionero cuya única compañía era una avecilla que termina atravesada por la flecha de un ballestero.

Dicen que es este romance bellísimo de nuestra tradición -donde el tema de la libertad actúa como metáfora central de la composición- el motor de arranque de la dramaturgia poética, repleta de sensibilidad, de nuestro joven, pero avezado, Juan Manuel Romero.

Dicen que después de la elaborada orgía sangrienta, teñida de estética gótica de su último título Bathory contra la 613, la compañía Vuelta de Tuerca cambia radicalmente de registro, aunque sólo sea en las formas, para mostrarnos el pensamiento de Abel, un místico y sentimental recluso, que verá como se transforma su pacífica existencia, hasta llegar a perder la comprensión de su amada, que le visita en alguna ocasión, al tener que convivir con Enric, un afamado y psicótico asesino, encarnación de la figura real de Charles Milles Manson.

Dicen que la relación entre los presidiarios se va construyendo desde una grave dificultad inicial hasta una colaboración mutua, a raíz de la escucha magnetofónica de una de las miles correspondencias que recibe Enric. La voz de Eduardo, personaje también bastante trastornado que solicita el apoyo de Enric, cautivará el espíritu solidario de Abel hasta convertirse en esa avecilla que le hace superar el encierro físico que le atormenta.

Dicen que Juan sin Credo piensa encontrarse ante un magnífico texto escénico, donde las palabras del autor se convierten en jirones de niebla que salen mutilados por la boca de los actores y el espectador sale preguntándose en qué lugar de su corteza cerebral se ha perdido la pieza del gigantesco rompecabezas ético que plantea Prisionero en mayo.

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