Científicos Futuristas

Los Científicos del Futuro queremos que vosotros, habitantes de nuestro pasado, recuperéis en vuestro presente toda la dispersa y denostada obra del siempre iconoclasta Juan sin Credo

miércoles, 8 de febrero de 2012

A costa del naufragio de una riqueza que nunca fue verdadera



Todavía mantengo la dirección postal de la casa de mis padres en mi documentación. Por este motivo, tuve que desplazarme hasta mi pueblo para retirar de Correos una multa de aparcamiento, totalmente injusta, que ascendía a la nada despreciable cifra de 200 porrazos. ¡Cuál fue mi sorpresa al ver en la oficina a un antiguo conocido de la juventud: Ángel Rossell, El Sarasa!

La pinta que gastaba distaba mucho de su otrora floreciente imagen cuidada al máximo en los felices años de la bonanza económica. Maltrecho y desmejorado su sonrisa ofrecía una dentadura picada de coca. Su ropa sucia quedaba alejada de sus impecables trajes de marca que tanto ensalzaron su figura hasta convertirle en un nuevo don Juan.

-Ya ves, Sin Credo, lo he perdido todo- me dijo tras un fuerte apretón de manos. Recordé cómo prosperó en el negocio de las puertas hasta convertirse en un potentado. Sin embargo, como muchos otros nuevos ricos, no supo ver el final de una era.

-Terminé montando mi propia empresa y ese fue el comienzo de mi ruina- comentaba apesadumbrado. -Llegué a facturar hasta 100.000 euros mensuales. Imagínate tú, el chalet a la última, coche de lujo a la puerta, vacaciones paradisíacas y vicio, mucho vicio...yo que no había terminado ni los estudios primarios. Ahora todo son deudas y embargos-

Terminó la conversación a punto de derrumbarse en un gesto bastante teatralizado. También me contó que su mujer le había pedido la separación y daba por perdida la custodia de sus hijos y para colmo de todos sus males me confirmó una evidencia: estaba enganchado a la farla.

Me despedí, casi huyendo despavorido de ese espectro del pasado no sin antes prestarle a fondo perdido 30 euros para un homenaje del que no quise ser partícipe. Casi agradecí ser un humilde asalariado, con mi Saxo abollado de segunda mano y mis viajes por el interior de la Península, antes que ser un inútil derrochador en un país que languidece por culpa de estos individuos que vivieron muy por encima de sus posibilidades.














2 comentarios: