Científicos Futuristas

Los Científicos del Futuro queremos que vosotros, habitantes de nuestro pasado, recuperéis en vuestro presente toda la dispersa y denostada obra del siempre iconoclasta Juan sin Credo

domingo, 19 de septiembre de 2010

Nada sucede fuera de la Historia




Habiendo transcurrido más de un trimestre tras la ausencia del gran pensador José Saramago, el aguerrido iconoclasta Juan sin Credo le ha dedicado el espacio de unas breves líneas, a modo de elegía, tomando como título una de las frases que más le gustaba pronunciar al nobel portugués para referirse al marco espacio-temporal en el que se desarrollan muchas de sus novelas.

Evidentemente Nada sucede fuera de la Historia, ni siquiera este pequeño escrito en memoria de unas de las figuras más representativas del pensamiento libertario universal de las últimas tres décadas, el nieto de unos porqueros de Azinhaga, José de Sousa Saramago.

Igualmente su muerte -que ha transformado su existencia en la Nada más absoluta- también sucede dentro de la Historia de aquellos que le admiraremos para siempre. No obstante, sospechamos, con una terrible resignación, que toda su trayectoria está inmersa dentro del propio mecanismo del Sistema y no es sino otra pieza más del engranaje de la sociedad de mercado que él mismo se encargó de criticar con tanto ardor y denuedo. Ya se lo había adelantado durante su infancia el analfabeto abuelo Jerónimo, con una sabiduría popular acumulada por el peso secular de los ancestros: Ay Zezinho, el hombre viene al mundo para ser un eslabón más de la cadena que tiene presos nuestros sueños.

Mucho tiempo antes de conocer el nombre de su abuelo materno, escuché hablar por primera vez de este señor mayor tan simpático durante una clase de Comentario de Texto; una asignatura de los primeros cursos de Hispánica que estaba impartida por el profesor Víctor Infantes, recién publicada su obra maestra Ensayo sobre la ceguera.

Es más, no me volví a acordar de sus palabras hasta que no me sumergí en los laberintos narrativos propuestos por el autor para esa novela. -Acabáramos- me dije sorprendido en la página ochenta y ocho de dicho libro -éste es ese escritor del que habló mi profesor aquella vez- Dos años después le concedieron el Premio Nobel de Literatura.

Siendo sincero he de confesar que me estremecí con las páginas de esa narración apocalíptica en la que repentinamente y sin causa aparente se expande una epidemia de ceguera. En ellas se muestra el supremo envilecimiento al que es capaz de llegar el individuo en determinadas situaciones de caos, donde quedan reflejados los sentimientos más abyectos. Por otro lado, se puede obtener una lectura positiva de cómo la unión genera la fuerza necesaria para hacer posible la supervivencia en ese mundo tan hostil.

Una década más tarde de haberle concedido el máximo galardón que puede recibir un escritor, se estrenó una fiel reproducción cinematográfica de esta novela con el título de A Ciegas; (Blindness, 2008); dirigida por el cineasta brasileño Fernando Meirelles, con una muy buena acogida por parte de la crítica y del propio José Saramago.

Desde entonces, desde que me atrapó esa historia y durante muchos años, Saramago se convirtió en el escritor de referencia que me acompañaba tantas noches junto a mi mesilla. Su discurso de autor, que intenta dejar en un segundo plano a la figura del narrador y plantea un estilo calcado del habla coloquial diluida en un torbellino de constantes digresiones, sigue el ejemplo del novelista romántico portugués Almeida Garret. Ese artificio narrativo, me volvió a cautivar con la triste historia de un mundo que se desvanece, el mundo de nuestros antepasados, cimentado sobre unos valores que hoy en día no se reconocen y están próximos a extinguirse.

Así se puede sintetizar el argumento central de su inmediata obra tras la obtención del Nobel. La Caverna presenta una alegoría sobre los nuevos Templos del Consumo que pueblan las grandes ciudades de nuestro primer mundo. En ellos los seres humanos perdemos la capacidad de comunicación de la sentimentalidad, anulada gracias al confort provocado por el impacto visual de una innumerable gama de productos. Además, únicamente se establece una relación de una simple y mera transacción económica. Del mismo modo, tales formas de consumo se convierten en cómplices de finiquitar oficios milenarios, transmitidos de generación en generación, siendo suplantados por el trabajo, frío e impersonal, de unas máquinas que vomitan sus productos en serie a la cinta de una alienante cadena de montaje.

Sin embargo, parece que con La Caverna llegó a la cima de su excelencia narrativa, porque después humo y paja en cuanto a literatura se refiere; campañas de mercadotecnia editorial, fuegos de artificio en las presentaciones de sus libros y negocio, puro negocio. Basta señalar la publicación del Cuaderno -compuesto por los "posts" de su blog desde el 17 de septiembre de 2008 hasta mediados de marzo de 2009- en la antevíspera de la Feria del Libro de Madrid de 2009, o la de sus dos últimas novelas, El viaje del elefante y Caín, puestas en venta para la campaña de Navidad de 2008-9, respectivamente.

Pero debilidades aparte de un anciano tan sabio, que cumpliría el próximo 16 de noviembre los 88 años, no podemos olvidar la bandera de su legado intelectual y su posicionamiento ante los graves problemas acuciantes de la sociedad actual y que ahora, una vez muda su voz profética, nos toca empuñar a todos aquellos que pensamos que aún es posible un cambio en el Sistema porque Nada sucede fuera de la Historia.

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